lunes, 20 de octubre de 2008

Capítulo 33

Capítulo 33


–Vamos a ver, nos estás contando que pulula por ahí un… no sé, un inmortal, un puto vampiro. ¿Qué coño es entonces? –inquirió Toni.

–Nada de eso, que yo sepa los vampiros no existen –bromeó Charles, intentando relajar la tensión reinante–, por lo menos no es este el caso, aunque puede haber similitudes con lo que conocéis del tema.

–Explícate –rogó Nuria.

–Podríamos llamarle un no-muerto, si queréis. Como os dije puede haber ciertas coincidencias con la literatura fantástica sobre los vampiros. Este ser, al igual que ellos, posee una capacidad física descomunal, tiene la fuerza de diez hombres, es capaz de correr casi al doble de velocidad que una persona normal, puede ejercer control mental sobre la mayoría de los individuos sólo con mirarles a los ojos, cuanto más débiles mejor. Así que, si os encontráis frente a él ni se os ocurra sostenerle la mirada. La luz del sol no lo daña en absoluto, pero sí lo debilita. Su cuerpo se regenera con mucha rapidez de cualquier herida sufrida. Yo mismo presencié como dos docenas de balas impactaban en su espalda y no lo detenían en absoluto.

–Y entonces, si tan poderoso es, ¿cómo coño se puede acabar con él, cómo piensas hacerlo? –preguntó Toni.

–Puede morir, eso es un hecho, pero sólo separándole la cabeza de los hombros o quemándolo, no hay otra manera. Las heridas en el torso o en la zona del corazón (si es que lo tiene) lo debilitan, especialmente si son de arma blanca. Y si pasa mucho tiempo sin alimentarse, debido a su metabolismo, también se vuelve más vulnerable.

–Y las balas de plata y… ‑comenzó Jorge.

–Ni balas de plata, ni crucifijos, ni nada. Sólo en la luz del sol tenemos un aliado, pero ojo, no lo incapacita en absoluto. Es durante el día cuando es conveniente enfrentarse a él, durante la noche es casi un suicidio.

–¿Por qué lo persigues, más allá de la venganza personal? –recordó Toni
–No es por venganza, eso fue lo que movió a mis antepasados al principio. Lo perseguimos porque es un asesino despiadado que va dejando un reguero de cadáveres a su paso. Priest es un sanguinario, bastante más que su antecesor, no mata sólo para alimentarse, lo hace por mero placer.

–¿Cómo que para alimentarse, de qué se alimenta? –preguntó Nuria mientras un escalofrío recorría su espalda.

–De sangre humana –contestó después una pausa‑. Secciona la arteria del brazo de sus víctimas, aún vivas, y las seca literalmente.

Todo el mundo se quedó mudo, nadie sabía qué decir. Las muecas de asco se sucedían. Finalmente Carlos rompió el silencio.

–Ahora comprendo para qué necesitabas mi catana pero, ¿sabes usarla?

–No es mi especialidad, preferiría una buena espada de acero toledano, pero sí, sabría usarla en caso de necesidad. Mi familia ha mantenido viva la tradición por la esgrima, más por necesidad, como podéis entender.

–Lástima que no tengamos oportunidad de probarnos –bromeó Carlos.

–Tendría ventaja sobre ti, aunque la catana es bastante más cortante, tus manos estarían expuestas al no llevar guarnición y serían mi primer objetivo –contestó risueño.

–Vale está muy bien que os hagáis los duros, pero la pregunta es sencilla y creo que todos nos la hacemos: ¿Y ahora qué, cual es el plan, tendremos que ayudarte, qué pasa con la radiación, cómo vamos a sobrevivir? –inquirió María con desesperación en su voz.

–Os pido vuestra ayuda, yo sólo no puedo acabar con él, luego podremos ocuparnos de todo lo demás –rogó mirándola a los ojos.

–El plan es bastante sencillo…

–¡Joder!, la última vez que oí eso acabé con dos tiros en el pecho –exclamó Toni.

–Como iba diciendo, en principio, es bastante fácil. Yo seré el cebo, él vendrá a mí y luego, lo liquidamos.

–¿Cómo sabes que vendrá a ti? –interrogó María.

–Bueno parece que existe una especie de conexión mental entre nosotros, no me preguntéis cómo –añadió haciendo un gesto con su mano adelantándose a las preguntas–, el caso es que está ahí y puedo “sentirlo” cuando está cerca.

–Lo lógico es que a él le pase lo mismo –replicó Toni.

–Sí, pero no contará con vosotros. ¿Me ayudaréis?

–Es lo menos que podemos hacer por ti después de salvarnos la vida, ¿no creéis? –añadió Toni mirando a los demás.

Todos asintieron.­
–Bueno y ahora creo que deberíamos intentar dormir, yo por mi parte estoy molido y necesito mis ocho horas de sueño –agregó Toni quitándole hierro al asunto.

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