lunes, 7 de julio de 2008

Capítulo 27

Capítulo 27


Toni se despertó dolorido, cientos de agujas pugnaban por salir de su sien derecha. Se incorporó masajeándose la cabeza. Tenía una costra pegada, producto de la sangre seca encima de la herida.

‑Menuda hostia me dio el tío –se dijo aún mareado.

Logró incorporarse a duras penas y echó un vistazo alrededor. Estaba en una celda de unos diez metros cuadrados. Estaba iluminada por una lámpara con una sola bombilla y tenía una pequeña ventana, bien protegida por un par de sólidos barrotes. A los lados parecía haber más celdas y delante había un largo pasillo.

La celda no tenía lavabo, así que supuso que estaría en un cuartel de la guardia civil. Al menos le habían dejado una botella de agua. Se bebió la mitad de golpe y se sentó en el camastro a pensar qué haría ahora.

Gritó un par de veces. Nada. Parecía que estaba sólo. Incluso las celdas adyacentes parecían estar desiertas. –Joder, vaya mierda –pensó.

Miró en los bolsillos y en su cazadora, pero no había nada. Agarró la puerta y la zarandeó con fuerza. Apenas se movió un poco. Parecía que tendría que esperar ayuda externa. Se volvió a echar en el catre y se durmió.


Se despertó alertado por unos ruidos. ¿El sonido de un portazo? Lo oyó de nuevo. Un disparo de escopeta. Otro. Gritos desesperados. De repente apareció un guardia civil. No tendría más de veinticinco años. Estaba sudoroso, con la ropa rasgada y manchada de sangre. Sus ojos dejaban ver el reflejo del pánico. Empuñaba una escopeta que intentaba recargar con manos temblorosas. Efectuó un nuevo disparo y corrió hacia la puerta de entrada, fuera del campo de visión de Toni. Cuando regresó dejó caer el arma y se situó frente a él. Se miraron fijamente; el guardia civil parecía estar sopesando los riesgos. Finalmente sacó un manojo de llaves de su bolsillo y se las lanzó.

‑Vamos –le apremió‑ no tenemos mucho tiempo, abre la celda y sal. ¡Deprisa, coño! –chilló asustado.

Toni no dijo nada. Se limitó a ir probando llaves hasta que la quinta logró su cometido.

‑Ya está –anunció.

‑Joder, pues sal ya.

‑Oye por qué me has soltado, no…

‑Escucha –dijo mientras le alargaba su pistola y un cargador extra‑, espero que sepas usarla. Tenemos problemas. Han intentado asaltar el cuartel. Estamos rodeados e incluso hay un par de esos hijos de puta dentro. Tienes que ayudarme. Tenemos que liquidarlos y asegurar el lugar. Si logran entrar somos hombres muertos, ¿entiendes?

‑Joder, la verdad es que no, pero si algo no me apetece es reunirme con Dios, aun tengo cuentas pendientes aquí –contestó con sorna‑, tú dirás qué hacemos.

‑Es fácil. Tú abre la puerta, luego entramos y nos los cargamos.

‑Pues vaya mierda de plan –contestó Toni riendo estruendosamente fruto de la tensión‑. Vamos –barruntó mientras comprobaba su arma‑, acabemos de una vez.

El plan era sencillo, la tensión hizo el resto. Entraron en tromba. El agente sin mirar a dónde, sólo disparaba una y otra vez, totalmente erguido y con su arma apoyada en la cadera. De manual. Toni, por su parte, estaba acojonado. Entró agachado y con el arma por delante. Sin alardes. Vio a una persona que corría hacia él con una escopeta. ‑¡Joder, es un fusil! –pensó mientras se dejaba caer al suelo y vaciaba su cargador. Tuvo mucha suerte. El sujeto no era ni mucho menos un experto. Olvidó quitar el seguro del arma y por eso no abrió fuego, de lo contrario ahora sería un fiambre. –Mejor tú que yo, tío –dijo con frialdad.

Introdujo el otro cargador en su arma y se incorporó lentamente, buscando alguna amenaza. No había. Buscó al guardia y lo encontró detrás de un mostrador, presionándose lo que parecía una herida en un costado.

‑La puerta –gruñó señalando la de la entrada‑. Asegúrala y apaga las luces.

Toni no discutió. Hizo lo que le ordenó y se aproximó a él con cara de preocupación.

‑¿Estás herido?

‑Sí, me han dado en un costado. Creo que mi riñón se ha ido al carajo. No creo que me quede mucho tiempo –declaró sonriente‑. Por cierto, me llamo Andrés –anunció alargando su mano‑.

‑Toni –contestó mientras le estrechaba la mano‑. Bueno, tranquilo, seguro que no es tan grave. Pediremos ayuda. ¿Dónde estamos?

‑En el cuartel de la guardia civil de Arteixo. Por cierto, ¿qué coño hiciste para estar aquí?

‑Me cogieron fuera con el toque de queda e intenté escapar. ¿Y tus compañeros? –preguntó intrigado.

‑No lo sé. No han vuelto ni contestan a la radio.

‑Vale, ¿qué ha pasado, porqué te atacaron?

‑Estaba haciendo papeleo cuando entraron tres tíos. Uno me encañonó y me exigió las llaves de la armería. Logré despacharlo fácilmente, pero los otros dos se escabulleron… el resto ya lo sabes.

‑¿Cuántos hay fuera?

‑Ni puta idea –masculló dolorido‑, pero tienen armas. Han efectuado varios disparos.

‑¿Y crees que sólo quieren las armas? ¿No están enfermos? ¿Y tú? –inquirió atropelladamente.

‑Yo por lo menos no, aunque no creo que importe ya –manifestó señalándose la herida‑. Supongo que alguno de ellos no lo estará, no lo sé. En cuanto a las armas, no quieren las de aquí. En la parte de atrás, en lo que parece un garaje, tenemos un armero con fusiles y material antidisturbios.

‑¿Y por qué no van sin más allí y nos dejan en paz?

‑La puerta es blindada y, a menos que sepan emplear bien un soplete y acetileno, necesitarán la llave.

‑¿Se puede llegar desde aquí?

‑No, un fallo de diseño, ya sabes… ‑se excusó algo avergonzado.

‑Mierda. Por cierto, qué raro que no estéis enfermos –comentó pasmado Toni.

‑Pues tú tampoco lo pareces, tío. Supongo que no nos habremos contagiado.

‑Dime una cosa, ¿dónde guardáis las pertenencias de los detenidos?

Una vez que encontró su radioteléfono llamó a sus amigos. Por fortuna pudo comunicarse con ellos. Les contó lo sucedido y quedaron en que Carlos y Jorge vendrían en su ayuda, mientras que María y Jaime se quedarían en la casa por precaución. La verdad es que era la única forma de que María se quedase.

‑Bueno tío, viene la caballería a echarnos una mano –le informó risueño‑, ahora vamos a ver esa herida y qué se puede hacer con ella.

Encontró unas vendas en el botiquín. La vendó lo más fuerte que pudo y le dio un poco de agua con un par de analgésicos. Aunque sino recibía asistencia médica inmediata, de poco iba a servir.

‑Bueno, creo que vamos a necesitar el contenido de esa armería –dijo mirándolo y encogiéndose de hombros.

‑En esta armería ya no queda nada, sólo había escopetas y la última es ésta –dijo señalando la suya.

Toni registró los cuerpos y logró hacerse con el fusil, un HK G36E del ejército.

‑Tío estamos un poco mal. Quedan tres cartuchos para tu escopeta, un cargador entero para la pistola… ¡joder, aún quedan estas reliquias! –exclamó asombrado cuando se dio cuenta que era una Star‑, y otro para el fusil, si no me equivoco veinte balas.

‑Bueno, es lo que hay, esperemos que la ayuda llegue pronto. Mientras tanto te voy a contar algo que te dejará de piedra –le informó Toni, mientras pensaba en relatarle todo lo que sabía sobre la epidemia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

muy bien se nota que te documentas, la pipa de los picolos es la star bm, pero la estan cambiando, lo del hk g36e es un buen detalle es el de ordenanza de nuestro ejercito, sigue que conlas partes de realidad que pones la ficcion engancha

Anónimo dijo...

Eres un crack, no te conocia.
Te animo a continuar escribiendo.
Reparación de goteras en León