viernes, 9 de mayo de 2008

Capítulo 14

Capítulo 14


Sábado, 29 de marzo de 2008

El sol salió puntual, como siempre, al amanecer. El brillo de su luz hizo que Carlos se despertara sobresaltado; se había quedado dormido en el sofá. Se estiró con pereza y se levantó, espabilándose a la fuerza. –Mierda –pensó mientras se dirigía al cuarto de baño– tengo que recoger a Toni y llego tarde, para variar.

Se dio una ducha rápida y se lavó los dientes, pero no se afeitó, lo odiaba y sólo llevaba barba de tres días. Mientras pasaba una mano por su rostro, le vino un recuerdo de su adolescencia. Cuando miraba a su padre afeitarse esa barba cerrada que tenía, mientras él deseaba que creciese la suya de una vez y no esos cuatro pelos desperdigados que rasuraba únicamente los viernes antes de salir de juerga. Sonrió, pensando en lo lejos que quedaban esos –trascendentales– problemas de antaño. Cómo cambia uno con la edad.

Decidió saltarse sus cinco kilómetros de carrera matutinos, una sana costumbre adquirida desde que la dura rehabilitación se lo permitió. Encendió el televisor de la cocina y sintonizó la CNN. Dominaba el idioma de Shakespeare y era el canal de noticias internacional que más le gustaba. Por eso lo veía todas las mañanas.

Ni una palabra de la gripe. Noticias sobre la recesión americana, familias enteras desahuciadas por no poder pagar la hipoteca, Wall Street en caída libre, los árabes pretendiendo cobrar el petróleo en euros, Bush declarando lo bien que marcha todo, la moneda europea cotizando ya a 1,54 dólares… lo de todas las mañanas. Le llamó la atención un titular sobre unas maniobras de la Flota del Pacífico, pero según decían eran rutinarias y estaban programadas con antelación.

Desayunó un par de tostadas con un poco de jamón serrano y queso fresco, aderezado con una generosa taza de café bien cargado, como a él le gustaba.


Mientras estaba detenido en el ligero atasco de entrada en la ciudad, telefoneó a Toni para avisarle de su tardanza y, como esperaba, recibió un par de pullas. Merecidas sin duda. Si por algo no era conocido era por su puntualidad.

Llegó quince minutos después de avisarle. Toni vivía en un pequeño piso muy cerca del estadio de Riazor, justo frente al mar, una zona privilegiada sin duda. Estacionó el coche en doble fila –el segundo deporte nacional después del fútbol–, y subió.

Estaba esperando en el salón, tranquilamente sentado leyendo un periódico deportivo y tomando un café. Le llamó la atención ver dos enormes maletas y una caja de cartón precintada. –U.S. Government–, se leía en ella.

–¿Y esto? –preguntó señalando los bultos.

‑La caja es lo del yanqui, lo otro un montón de ropa. Me traslado tío, no me quiero quedar aquí incomunicado visto lo que puede pasar, tendrás que hacerme un hueco aunque sea en la bodega –bromeó.

–¿Estás loco? En la bodega ni hablar, serías capaz de acabar con todo el vino –se quejó riéndose–, creo que en el garaje hay sitio.

–Bueno ahora en serio, me parece buena idea, ¿has conseguido hablar con tu padre?

–Sí. Sigue en Tenerife. Me ha dicho que si se tiene que morir, mejor sitio que allí al sol mirando chicas guapas no conoce. Él es así ya lo sabes, todo optimismo –observó resignado.

Ya. Seguro que allí se libran, verás. Bueno, cambiando de tema, tenemos un montón de cosas que comprar, hice una lista anoche, e ir al banco a sacar pasta –anunció Carlos.

–Había pensado lo mismo, pero yo no hice lista, ¿para qué pensar los dos? Sabía que la harías tú –dijo carcajeándose–. Para que veas que hago algo, he pensado que podría llevarme la moto a tu casa, nunca se sabe… –explicó Toni.

–¡Joder, te habrá costado y todo! Lo tengo apuntado en mi lista –rió a su vez–. Entonces pasemos primero por el banco, luego de camino iremos a comprar unos radioteléfonos, pueden hacernos falta si las líneas comienzan a saturarse y funcionar mal ‑se explicó.

–Mejor ve tú sólo, yo voy en la moto a mi banco y luego nos vemos en el hipermercado de Alfonso Molina, ¿te parece? –preguntó.

–De acuerdo. Pero antes que me olvide, ¿has echado una ojeada a la caja que te dio el norteamericano?

‑No. Pero la podemos abrir y así comprobamos nuestros regalitos –dijo Toni mientras usaba una llave para romper el precinto de la caja.

‑Hay tres cajas pequeñas y cinco más de munición ‑comentó risueño mientras las sacaba y le se las iba pasando‑, estas dos son iguales, Beretta 92 FS y la otra es una Smith & Wesson 1911. Venga ábrelas.

Carlos sacó una de las Berettas de la caja, era un arma a estrenar, perfectamente lubricada y con una funda de cinturón más tres cargadores. Introdujo uno en el arma, la montó, tiró una vez más de la corredera para asegurarse que estaba descargada y disparó apuntando a la pared. Sonó un clic perfectamente audible. –Nada que ver con las Llama que disparé en el servicio militar, aunque es una nueve milímetros con cargador de quince balas también, por lo menos tiene otra presencia –reconoció solemne.

‑Joder siempre te han gustado las armas, pues con ésta vas a alucinar literalmente, menudo pistolón –le informó Toni mientras le pasaba la otra.

Carlos abrió los ojos visiblemente impresionado, ‑tienes razón, ésta seguro que puede detener a un toro, es un calibre 45 ACP, típicamente americana, en España no la pueden usar ni las fuerzas del orden, debe de pesar más de un kilogramo y eso sin cargador, ¿cuántos trae?

‑Tres, pero llevan menos balas ¿no?

‑A ver pásame uno… sí creo que llevará unas ocho. ¿Cuánta munición hay?

‑Tres cajas para las Berettas y una para la S&W. O sea, trescientas más cien.

‑Una pena que no nos diera ningún fusil, pero mejor que nada… venga te ayudo a bajar el equipaje y nos vamos –pidió Carlos.

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