martes, 20 de mayo de 2008

Capítulo 16

Capítulo 16



Cuando llegó al centro comercial no vio a Toni por ningún sitio, por lo que se dirigió directamente a la cafetería. Allí estaba, sentado en la barra bebiendo una cerveza y degustando un pincho de tortilla.

–Has tardado.

–Tuve que pasar por cuatro sucursales distintas y en total he logrado reunir veinte mil euros, no está mal, teniendo en cuenta que no avisé con antelación al banco. Venga vamos, que se nos hará tarde y tendremos que hacer un par de viajes a mi casa, que no va a caber todo a la vez –aseguró Carlos.

‑Te has dado cuenta de que hay un montón de gente tosiendo y con pinta de estar enfermos –preguntó Toni.

‑Ya lo había notado. Más bien cuesta fijarse en quién no está así, creo que somos los únicos por estos lares –añadió Carlos.

‑Deberíamos hacer un alto a las doce, he visto la televisión un rato mientras esperaba y han anunciado que el gobierno dará una rueda de prensa –sugirió Toni

‑De acuerdo, démonos prisa entonces.

Cuando llenaron el primer carro de compra hasta los topes, Carlos hizo un primer viaje a su casa mientras Toni seguía comprando, para perder el menor tiempo posible. Al regresar se encontró a su amigo ya esperándole en el aparcamiento superior.

‑¿Por qué no me has esperado para pagar, tanta prisa tenías? –bromeó.

‑Venga tío, que no me voy a arruinar, así acabamos antes que me produce alergia hacer la compra.

‑Guarda todo en el maletero, tengo que ir a la tienda de deportes a por unas cosas que olvidaba –informó Carlos.

‑¿Qué has traído? –interrogó Toni cuando su amigo regresó.

‑He comprado cuatro mochilas, dos pequeñas y las otras de montaña, así como un montón de pastillas para potabilizar agua.

‑Te faltan los sacos de dormir y los cuchillos y ya nos podemos ir de acampada por ahí –exclamó riéndose.

‑Ya tengo un par de sacos en casa de anteriores acampadas y, si no me equivoco, un cuchillo de supervivencia –replicó con seguridad.

–Eso es previsión, da gusto ser tu amigo, estás en todo. ¿Y ahora qué, nos vamos ya?


Cuando llegaron encendieron el televisor y mientras esperaban a que dieran la rueda de prensa se pusieron a guardar la compra.

A las doce en punto, todas las cadenas de televisión interrumpieron su programación habitual. Apareció la vicepresidenta del gobierno, De la Vega, muy seria, vestida con uno de sus horribles y estridentes conjuntos. Se sentó y dijo a los allí congregados que leería un comunicado y que no admitiría preguntas.

‑Señores y señoras –comenzó diciendo‑ seguramente la mayoría de ustedes se encuentre ligeramente enfermo y habrá acudido a los hospitales o centros de salud. Pues bien, no se alarmen, se trata de una epidemia de gripe. Ayer se empezaron a contabilizar los primeros enfermos y podemos asegurar que estamos ante una alerta sanitaria de primer grado debido al elevadísimo número de casos, si bien la enfermedad, exceptuando a personas con factores de riesgo, es benigna, aunque entendemos que muy molesta.

Los diferentes gobiernos autonómicos, coordinados por el Ministerio de Sanidad, han empezado a tomar las medidas oportunas para atender a la ciudadanía. Como previsión ante el posible colapso de los centros sanitarios, los estadios y pabellones deportivos se usarán como hospitales de campaña. Se ruega a todo el personal sanitario y a las fuerzas del orden que no se encuentren en su puesto de trabajo que se reincorporen al mismo a la mayor brevedad posible.

Como prevención y a fin de evitar mayores contagios les rogamos que permanezcan en sus domicilios y salgan de ellos lo menos posible. Por favor, no hagan acopio de alimentos, no será necesario, créanme. Hemos ordenado la suspensión de los transportes públicos, el cierre de las fronteras y se prohíbe la circulación de vehículos y personas fuera de los núcleos de población. Estas medidas serán efectivas hoy a partir de las ocho de la tarde y tendrán una vigencia de cuarenta y ocho horas, fecha estimada en que remitirá la epidemia.

Les reitero el compromiso del gobierno para subsanar esta situación lo antes posible, esperamos su colaboración. Buenos días.

Mientras se levantaba para irse docenas de destellos empezaron a iluminar la sala a la vez que los periodistas alzaban la voz con innumerables preguntas. De la Vega ni se inmutó, siguió su camino hasta que desapareció del salón de conferencias.

Los comentaristas de las diferentes cadenas de televisión comenzaron con sus disertaciones, como casi siempre sin ningún conocimiento del asunto en cuestión. Pero eso era lo de menos, lo importante era lucir delante de la cámara y dar carnaza a la audiencia.

‑Joder, hasta con este tema hay guerra entre los tertulianos –comentó jocoso Toni.

‑Así nos luce el pelo, tienen que politizar hasta con esto y seguramente ninguno tiene la más remota idea de temas sanitarios. En fin, dentro de poco pedirán la dimisión del ministro de turno o del mismísimo presidente –concluyó apesadumbrado Carlos.

‑¿Qué te apuestas a que empieza a cundir el pánico? –preguntó Toni.


‑No se le puede reprochar eso a nadie, ¿quién está preparado para algo así? Será mejor que llamemos a los demás a ver qué piensan hacer y así podremos organizarnos –finalizó Carlos.

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