viernes, 20 de junio de 2008

Capítulo 23

Capítulo 23

Carlos, tal y como le había dicho a Toni, llamó a Sonia. Se quedó un poco más tranquilo cuando ella le describió la situación, más o menos controlada dentro de la extrema gravedad, en que se encontraba el centro de salud.

‑Joder vaya panorama –pensó‑, si sigue así me da igual lo que me diga, iré a buscarla y punto, poco puede hacer ya por esa pobre gente.

Como en la televisión se limitaban a reponer series y películas, decidió conectarse a internet y ver cómo evolucionaba todo. Debido a la mala situación geográfica de su casa, se vio obligado a instalar internet vía satélite, lo que le salía por un ojo de la cara al mes. Eso sí, a cambio obtenía velocidades de descarga vertiginosas y sin cortes. Incluso la situación actual de colapso a él no le afectaba en absoluto. ‑Algo bueno tenía que tener –sonrió para sí.

Las noticias eran bastante descorazonadoras. Se enteró de la alerta en E.E.U.U. y de la cantidad de muertes que comenzaba a haber ya en Australia. Estaba claro que el ataque había sido totalmente coordinado a la perfección.

Se filtraron las primeras fotografías de algún estadio australiano. Un gigantesco cementerio. Miles de muertos cubiertos de sábanas blancas se amontonaban en el césped. Era escalofriante.

Logró ver un vídeo mexicano filmado en un hospital, donde un grupo de supuestos supervivientes a la infección, con síntomas parecidos a la rabia, atacaban al personal sanitario. No le dio credibilidad por ser el único en toda la red que encontró. Parecía una escena macabra salida de una película. Una broma de mal gusto, a lo sumo.

Intentó contactar con Toni pero tan sólo recibió el crepitar de la estática como respuesta. –Mierda ‑se dijo‑, espero que estén bien.


No es que estuvieran muy mal, pero sí bastante nerviosos. Aunque como para no estarlo.

‑Verás, tío, en la planta de abajo están los padres de María junto su prima Mónica y su novio –explicó Jaime.

‑Bueno y, ¿cuál es el problema? –preguntó inquieto Toni.

María estaba sentada hecha un ovillo, sollozando. –El problema es que les pasa algo raro –dijo sin saber cómo explicarlo.

‑No nos estamos enterando, explícate de una vez, coño –se enfadó Jorge.

Inspiró profundamente, sin atreverse siquiera a mirar a su esposa y comenzó a contarles:

‑Estábamos todos abajo. Como los otros cuatro estaban enfermos decidimos que era mejor que se quedaran todos juntos en el dormitorio de invitados, que es el más grande. Al principio nos limitamos a llevarles agua y hielo, no eran capaces de ingerir nada sólido. Su estado era idéntico, empeoraban a la vez y con los mismos síntomas. Más tarde ya no bebían ni agua, así que les llevaba hielo de vez en cuando para intentar bajarles la fiebre –hizo una pausa para beber un trago de agua‑. Nosotros decidimos pasar la noche en el salón, intentando en vano distraernos algo con la tele. Apenas hace un par de horas, mientras María estaba en el baño, su primo irrumpió en el salón. Sus ojos estaban totalmente enrojecidos, estaba fuera de sí. Por la comisura de sus labios se deslizaba una especie espuma, como si estuviera rabioso o algo así. En ningún momento dio muestras de reconocerme. Sin mediar palabra se arrojó sobre mi e intentó arañarme y morderme, joder era increíble la fuerza que tenía. Casi no podía sujetarlo y si no llega a ser por María, que oportunamente volvió del baño y le clavó el palo de la fregona en la espalda, en vez producirme unos rasguños y arañazos, quizás me hubiese herido de gravedad.

‑Coño, no sé qué decir… ‑tartamudeó Jorge con una expresión de incredulidad.

‑Espera –pidió Jaime‑, que aún hay más. Con el puto palo clavado en la espalda, un palmo diría yo, el tío va, se levanta y se dirige a por ella. Desesperado, busqué algo con qué defendernos y al final, sin miramientos, le clavé el atizador en la nuca.

‑Luego papá y mamá… ‑balbuceó llorando María.

‑Tranquila cielo, ya se lo digo yo –intentó calmarla‑. Estábamos totalmente acojonados, reponiéndonos de la impresión, cuando empezamos a oír arañazos provenientes de dónde estaban los otros tres. No nos paramos a ver qué coño pasaba, cogí el radioteléfono y salimos pitando cerrando la puerta con llave. Luego decidimos llamaros –concluyó sudoroso mirando a Toni.

‑No tengo la más remota idea de qué hacer –manifestó encogiéndose de hombros‑. Yo desde luego no pienso entrar ahí, y menos con una pistola sólo. Voto por avisar a Carlos, a lo mejor ha averiguado algo que ignoramos o ha hablado con Sonia y hay nuevos datos… Propongo llamarlo, que venga y decidimos todos juntos, ¿alguna idea mejor?

Obtuvo cruces de miradas y silencio absoluto.

‑Bien, me acercaré con la moto a dónde haya cobertura y lo llamaré por radio. Os dejo el arma –continuó Toni entregándosela a Jorge.
María se levantó, le dio un beso y volvió a su sitio llorando otra vez. Los demás no dijeron nada, era innecesario. Se despidieron mirándose a los ojos, sin decir palabra.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

me gusta mucho la historia pero espero que no tiendas la historia hacia 28 dias despues y sea algo nuevo...haber si escribes algo mas.....
saludos desde pamplona!

Anónimo dijo...

ME SIGUE ENGANCHANDO GRACIAS