viernes, 25 de abril de 2008

Capítulo 10

Capítulo 10

–No te ocultes, joder –dijo Charles

–Tienes prisa por morir, seguramente gimiendo como tu bisabuelo mientras Leonard lo torturaba hasta la muerte –aseveró carcajeándose.

–¿Estás seguro que no fue Leonard el que gimoteó como un perro viendo que llegaba su final? Por lo que sé, los míos cumplieron con su cometido aún dando su vida en el empeño, y ahora, Priest, es tu turno. Déjame liberarte de tu carga –añadió Charles sudando copiosamente.

–¡Señor! ¿Se encuentra bien? –Oyó que decían sus hombres.

Sintió un aliento fétido a su derecha, a escasos centímetros de su cara, era ahora o nunca. Se lanzó a ciegas, con el cuchillo por delante con la esperanza de poder clavárselo. Falló. Cayó al suelo, rodó sobre sí mismo y logró levantarse, alerta. Justo en el momento en que Priest se abalanzaba sobre él para matarlo, sus hombres derribaron la puerta. Un rayo de luz le permitió ver su rostro por primera vez. Amarillento, de ojos azules y con una extraña cicatriz formada por tres líneas en su mejilla derecha.

El tableteo de las armas automáticas le hizo volver en si y arrojarse al suelo. –Volveremos a vernos –amenazó Priest, mientras decenas de balas impactaban en su espalda. Acto seguido se lanzó a través de una ventana.

Uno de sus hombres se acercó a él. ‑¿Está herido, señor? –preguntó preocupado. Mientras, otro miraba por la ventana atónito, no se veía ningún cuerpo.

‑Vamos, vamos –reaccionó Charles‑, salgan a la calle y búsquenlo, pidan refuerzos, tiene que estar muy debilitado ahora –tronó, mientras miraba compungido el cuerpo inerte de Chapman, de cuyo pecho sobresalía un puñal.

Comenzaron la búsqueda. En poco tiempo se les unieron más de cincuenta personas, entre agentes de policía y miembros del MI5. Fue en vano. No dieron con él.

Horas más tarde, cómodamente instalado en el sillón de su despacho, estaba leyendo alarmado un informe que le acababa de llegar sobre una posible epidemia de algo que parecía ser gripe. –Imposible ‑pensó‑, todos estos casos a la vez, repitiéndose por todos los hospitales y en diferentes países… mal asunto. ‑Ojalá sea sólo gripe –volvió a decir en voz alta, cuando sonó el teléfono.

‑Diga

‑Soy Hagen, señor –se identificó‑, hemos seguido su pista hasta el aeródromo de Luton. Ha degollado a un taxista y usado su vehículo para llegar allí.

‑Mierda, va dejando un reguero de cadáveres –maldijo Charles. ‑ ¿Tienen controlada a la prensa?

‑Hasta ahora ningún problema, no han aparecido. Hay algo más señor –tartamudeó Hagen.

‑Suéltelo ya, hombre.

‑Señor, ha robado una avioneta y también ha asesinado al piloto. Ha logrado despegar sin permiso.

‑El hijo de puta sabe pilotar. Continúe Hagen, ‑ordenó.

‑Nos lleva más de tres horas de ventaja. El cabrón vuela bajo y los radares no lo han detectado. Hemos tenido que hacer uso del satélite. Según las primeras imágenes, parece que se dirige hacia España, hasta la próxima pasada no podemos saber a dónde exactamente. Un momento señor –pidió Hagen.

‑Señor nos llegan nuevas imágenes, contacto confirmado, está a punto de aterrizar en un pequeño aeródromo situado en Oviedo, en el norte de España.

‑¡Joder! ¿A quién tenemos en Madrid? Por favor, compruébelo –rogó Charles.

‑Ya lo hemos hecho, señor, tenemos a dos agentes en la embajada, le estará llegando ahora mismo la información por e-mail.

‑Gracias muchacho, buen trabajo, ahora váyase a dormir, mañana a las seis en punto le quiero en el aeropuerto de Heathrow. Nos vamos a España –informó Charles.

Cuando llegó a su domicilio notó que se encontraba algo mal, se acordó de la información sobre la gripe y se tomó un par de aspirinas. ‑Espero que no vaya a peor –pensó mientras se tumbaba en la cama algo magullado y se quedaba profundamente dormido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

saludos desde mexico, me está gustando la historia