miércoles, 2 de abril de 2008

Capítulo 2

Capítulo 2


Las cabañas estaban situadas en un pequeño cañón sin salida, eran cinco. Estaban dispuestas formando un pentágono. Las cuatro primeras, de semejantes dimensiones, y la más alejada, un poco mayor.

Se hallaban a unos cien metros de las dos primeras cuando los vieron; en principio eran cuatro o cinco, pero a medida que se iban acercando su número crecía. Shaw corría con un cigarro encendido en la boca e iba contando mentalmente, notaba latir su corazón a un ritmo que no había sentido antes, sabía que era por el terror más que por el esfuerzo.

Podía ver al menos a veinte o treinta de esos seres. Portaban cuchillos, hoces e incluso palos, otros iban con las manos desnudas. Mientras se preguntaba si algún día volvería a su hogar, sacó un cartucho de dinamita, acercó el cigarro, encendió la mecha y lo lanzó contra la multitud. El estallido fue más ensordecedor si cabe, debido al silencio sepulcral. Una docena de cuerpos volaron por los aires entre miembros amputados y sangre, en lo que era la carnicería humana más espantosa que había visto nunca.

El grupo se detuvo mientras Shaw se dedicaba a encender y lanzar, a toda la velocidad que podía, con su rostro bañado en lágrimas. Apenas estaban a unas docenas de metros de ellos y la escena que estaban presenciando era dantesca, como salida de una pesadilla.

A cada momento aparecían más y más e iban acercándose a ellos peligrosamente, –¡la dinamita no será suficiente, voy a volar las cabañas que pueda. Será mejor que nos dividamos y lo intentemos por separado! –gritó Shaw entre el estruendo producido por las explosiones. –Os cubriré, ¡vamos, moveos y buena suerte!

Las dos primeras cabañas volaron en mil pedazos, entonces se separaron sin mediar palabra, sabían que Shaw no duraría mucho. Singleton y Duncan iban juntos y cuando atravesaron la humareda de las explosiones se encontraron con otros treinta o cuarenta seres. –¿De dónde coño pueden salir tantos? –Preguntó retóricamente Duncan, –va a ser imposible llegar al final, son demasiados.

Acto seguido y con toda la firmeza de la que eran capaces empuñaron sus revólveres y comenzaron a disparar, los cuerpos caían cerca de ellos, diez, quince… pronto se quedaron sin municiones. Ya no les daría tiempo a recargar de nuevo, estaban demasiado cerca, así que desenvainaron sus espadas y empezaron a abrirse paso a mandobles.

No miraban atrás, peleaban hombro con hombro, cada vez más extenuados preguntándose en silencio que habría sido de sus compañeros. Prácticamente estaban rodeados y ya les habían herido levemente varias veces, parecía que no lo iban a conseguir, cuando de repente la muchedumbre perdió todo el interés en ellos y empezó a dirigirse hacia la última cabaña.

Singleton y Duncan se miraron sorprendidos, no veían a ninguno de sus compañeros. Súbitamente Duncan gritó, señalando hacia la cabaña:
–¡Allí, allí, es Shaw, parece malherido, ha conseguido llegar!

–Vayamos hacia él, su dinamita nos vendrá muy bien –advirtió Singleton señalando hacia la multitud que se dirigía hacia Shaw.

Empezaron a correr con todas las fuerzas que les quedaban, entonces vieron que Shaw les hacía una señal para que se detuvieran. Estupefactos vieron como arrojaba sus armas y comenzaba a correr hacia los seres dejándose arrollar por ellos. Duncan no pudo soportarlo y echó a correr hacia su amigo. –¡No, no, maldita sea Shaw! –chillaba.

–¡Detente, espera, no vayas, ya está perdido, va a...! –intentó advertirle Singleton comprendiendo la situación.

No llegó a terminar la frase, cuando se vio lanzado por el aire. La explosión había sido realmente espectacular. Aturdido, sangrando por sus heridas y con un tímpano reventado se incorporó despacio y comprendió lo que Shaw había hecho. Se había sacrificado, atrayendo a todo el tropel y haciendo explotar toda la dinamita que llevaba con él.

Había restos humanos y sangre por todas partes, parecía el mismo infierno, Duncan yacía en el suelo a unos metros de él. Echó una ojeada a su alrededor intentando encontrar a alguno de sus compañeros, pero no vio a ninguno, parecía ser que todos habían caído. Cuando hizo ademán de acercarse a auxiliar a Duncan, éste negó con la cabeza y a duras penas logró señalar con su mano hacia la última cabaña. Singleton asintió apesadumbrado y comprendiendo que todo dependía ya de él, se dirigió hacia el punto final de su misión.

Al llegar a la entrada se detuvo, murmuró una plegaria, inspiró profundamente y de una patada abrió la puerta. Entonces, extrañamente sereno y falto de temor, asumiendo su destino, cruzó el umbral y penetró en la oscuridad de la cabaña.

1 comentario:

candi dijo...

Sigues una buena línea me gusta como va el relato, esta vez al incluir los diálogos mejora bastante, en espera del tercero....