jueves, 17 de abril de 2008

Capítulo 7

Capítulo 7


Viernes, 28 de marzo de 2008


‑¿Qué le pasa? –preguntó el doctor.

Le describió sus síntomas: Dolor de cabeza, fiebre, debilidad, mucosidad…

–Bien, tiene casi treinta y nueve de fiebre y está muy pálido…

–Lo sé, estoy destrozado, no tengo fuerzas ni para ponerme en pie. Me encuentro fatal.

–No se preocupe, está enfermo, eso es evidente. Ha contraído una gripe, es algo normal en estas fechas, el cambio de estación nos coge a todos desprevenidos. ¿Cuánto tiempo lleva así? –preguntó el doctor.

–Un par de días creo, pero hasta hoy no estaba tan mal.

–Bueno, reposo absoluto. Beba mucho líquido, nada de alcohol y haga comidas ligeras. Voy a recetarle un antigripal, tómelo tres veces al día; los síntomas irán remitiendo y en tres o cuatro días ya estará curado.

‑Gracias –dijo el paciente aliviado, como ocurre siempre que alguien va al médico y descubre que su problema no va a llevarle a la tumba.

Los casos empezaron a multiplicarse exponencialmente por toda España, en cuestión de horas se habían producido más de un millón y eso sin contar los que no acudieron a ningún centro sanitario o a un médico y optaron por auto medicarse.



Tras ir al mercado, Carlos decidió dejarse caer por el centro de salud donde trabajaba Sonia, una auxiliar de enfermería que había conocido durante la rehabilitación. Eran buenos amigos, amantes ocasionales incluso, aunque sin compromiso de ningún tipo. Ella era una belleza de su misma altura, sobre un metro setenta y cinco, de veintisiete años, con una larga y sedosa melena rubia. Sus ojos, de un verde esmeralda, cálidos, arrebatadores, le daban a su mirada un aire felino. Lucía siempre un ligero bronceado, lo que hacía prácticamente innecesario el uso de maquillaje.

La llamó y quedaron de verse en la cafetería que había enfrente al centro de salud. Mientras conducía algo distraído, intentaba ordenar sus ideas para ver cómo le explicaría la situación, esperando que no le tomase por un loco, aunque siempre estaba el maletín ‑que prudentemente llevaba en su maletero en el interior de una mochila‑, como prueba, suponía, irrefutable. Si hubiese estado más atento habría advertido que tres vehículos por detrás del suyo iba un Audi A4 azul oscuro, el mismo que lo seguía desde que salió de su domicilio por la mañana.

Estaba esperándole sentada en la última mesa del local, de espaldas a la entrada, distraída hojeando una revista. La sorprendió con un beso en la mejilla y se sentó enfrente.

–No me llamas, no me escribes… me tienes un poco abandonada –bromeó ella.

‑Lo siento, llegué anoche de Madrid, ya sabes, por lo de la indemnización y aproveché para quedarme un par de días por allí de turismo –se disculpó algo azorado.

–Es cierto, lo había olvidado, ahora tengo un amigo rico, espero que por lo menos me invites a cenar a un buen restaurante –sugirió ella coqueteando.

–Bueno eso está hecho, pero antes tenemos la de hoy en mi casa, por cierto, hemos quedado a las nueve, ¿no se te habrá pasado?...

–De ninguna manera, además tengo ganas de algo de diversión y tengo libre hasta el martes. Bueno y, ¿qué es eso tan importante que no puede esperar a esta noche? –preguntó intrigada.

Mientras le estaba narrando lo sucedido se fijó por primera vez en el Audi azul. No podía ver el interior, puesto que llevaba las lunas tintadas. Como estaba estacionado justo delante del centro de salud, supuso que sería un alto cargo de sanidad de visita y no le dio más importancia.

‑¿Llevas el maletín contigo? –interrogó curiosa.

–Sí, por supuesto, está aquí en mi mochila. ¿Quieres echarle un vistazo?

–Ahora no tengo tiempo, tengo que volver al trabajo, hoy no hemos tenido un respiro, parece que todo el mundo se ha puesto de acuerdo para tener gripe.

–¡Joder! –exclamó Carlos.

–Espera, espera, ¿crees que puede tener relación? –preguntó alarmada.

–No lo sé, ese es tu campo, pero podrías comprobar si los casos de gripe sólo se han producido aquí o también en otros lugares, mientras, yo en casa echaré un vistazo por la red, ¿te parece?

–Estoy de acuerdo, nos vemos allí, intentaré llegar un poco antes –contestó ella con preocupación.

Aprovechó el trayecto en coche de camino a su casa para llamar a sus amigos y confirmar su asistencia. Todos habían contestado afirmativamente. –Vaya, los de sanidad también se van –pensó mientras miraba por el retrovisor y veía nuevamente al Audi azul.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sigo machacándote un poco desde el buen rollito. Desconozco como continúan los siguientes capítulos, pero a mi jamás se me ocurriría seguir a otro vehículo en un Audi A4 azul con lunas tintadas en LaCoru. Ya se que es más glamuroso que un Megane o un Kadett, pero es un cantazo. Espero que en el siguiente capítulo no se baje de ese coche un tío alto, moreno, fuerte, con gafas de sol y traje negro con una gabardina y un periódico agujereado a la altura de los ojos.
Sigue bien. Interesante.

Anónimo dijo...

Nada, más de lo mismo: americanada total. Protagonistas guapísimos, sobre todo las chicas, forrados, liberales y nada celosos, inteligentísimos y que relacionan causa y efecto a velocidad de reactor.