martes, 1 de abril de 2008

Primera parte. Capítulo 1

PRIMERA PARTE: EL FIN DE LOS TIEMPOS

Capítulo 1

Tungunska, en el corazón de Siberia (Rusia), 29 de junio de 1908


Apenas faltaba media hora para la puesta de sol, el grupo de ocho personas caminaba hacia las cabañas que Duncan había avistado el día anterior. Al frente iba Oleg, el guía local. Lo habían contratado en su pueblo natal, debido al conocimiento que tenía del terreno así como por ser la única persona que comprendía algo de inglés; su rostro estaba perlado de sudor, no debido al calor o al esfuerzo, sino al terror profundo que se estaba adueñando de él a cada paso que daba.

La expedición estaba organizada para ir en busca de una mina de oro. Oleg se lo había creído, al menos hasta hace tres días, cuando aquellos dos seres irrumpieron en su campamento con las primeras luces del alba. Al principio le parecieron hombres normales, pero mientras se aproximaban su instinto le decía que algo no estaba bien. Eso fue lo que le salvó la vida. Si no llega a avisar a Singleton a gritos, ahora ya no estaría encabezando esta expedición, aunque no tenía claro que hubiese sido lo mejor para él.

El recuerdo de lo que sucedió en el campamento le hacía estar más nervioso a cada momento, estaba sintiendo un puro y primitivo pánico.

Quedaban al menos unos trescientos metros para llegar a la primera cabaña y el silencio era imponente, espeluznante, como si toda la naturaleza mostrara sus respetos ante lo que se avecinaba. Singleton levantó el puño derecho y todo el grupo se detuvo. Sin más, formaron un círculo y se desprendieron de todos los enseres que portaban.

–Hoy es el día, hoy acabará todo –arengó Singleton con voz muy grave, –estoy orgulloso de vosotros, hemos llegado hasta aquí y es imprescindible que finalicemos nuestro cometido.

Oleg puso cara de espanto, ya que, en su pobre inglés creyó entender lo que se proponían a hacer. Saltaba a la vista la lividez de su rostro y el temblor de sus hombros.

–Gracias por todo Oleg, será mejor que des media vuelta y regreses a tu hogar, o que lo intentes, no sé si será tarde ya –le dijo Singleton con pesar.

Le entregó unas monedas de oro y un pequeño saco que contenía algunas provisiones y agua, así como un revólver.

–Has visto lo que sucedió en el campamento, si te ves en apuros supongo que sabrás lo que tienes que hacer, yo de ti usaría la última bala… –sugirió Singleton.

Tomó lo que Singleton le daba y medio comprendiendo la situación se giró y empezó a caminar en dirección a su hogar.

–Será mejor que corras, hazlo con todas tus fuerzas muchacho –gritó Singleton. Aún sin entender completamente lo que le decía, algo en su interior le hizo empezar a correr desprendiéndose de todo, excepto el revólver que llevaba empuñado.

–Caballeros, es la hora –les recordó Singleton. – ¿Cómo estamos de munición, Duncan?

–Tenemos unas doscientas balas para los revólveres y para los rifles unas cincuenta.

–Olvidaos de los rifles, sólo llevaremos las espadas y los revólveres, así que reparte la munición. Shaw, tú llevas la dinamita, irás delante, los demás detrás, en tres grupos de dos. Todos sabéis lo que hay que hacer, tenemos poco tiempo antes que empiece a anochecer, si alguien cae no recibirá ayuda, a partir de este momento cada uno deberá valerse por sí mismo; tenemos que llegar a la última cabaña a toda costa. Que Dios nos ayude.

– ¡A por ellos señores! –rugió Duncan mientras echaban a correr en dirección a las cabañas.

3 comentarios:

fano dijo...

Vas bien, vigila las reiteraciones -"seres" por ejemplo en el segundo capítulo, al leerlo suena repetitivo.

Jose dijo...

Gracias por la observación, ya lo he corregido y editado de nuevo.

Anónimo dijo...

Que fuerte!!!!!No sabia yo esta faceta tuya!!!! Esta chulo!!!